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la melancolía de una mariposa




Al albur de los tiempos confundí tu brillo, el que siempre me inundaba de deseo, con una estrella fugaz en el cielo. Y te pedía, te pedía cada instante que cruzabas por mi fuero y la oscuridad se iluminaba y hasta mis sombras me parecían bonitas! Y toda yo a menudo negada, abría las alas y anhelaba de nuevo. Y desdibujaba con las nubes mil fronteras y las nuestras, desafiando la gravedad y aprendiendo que, en esencia, nunca delimitan nada.


Y así, a susurros de un baile, me acercaba y anhelaba el destello de tus ojos en mi mirada o buscaba risas y consuelo. Pero apenas, y a penas, desaparecías cuando mi cuerpo ni siquiera se había acostumbrado a ver la delicadeza de los colores con los que tú me veías y mirabas.


Todo tan fugaz! Cómo que mi vida alberga tan solo tres mil batir de alas.


Todo tan fugaz, que a veces te confundo con lo inexistente... y entonces hasta la melancolía duele y desgarra el cielo en el que debo volar. Y desde entonces sólo salgo de noche cuando el negro confunde mis brillos y rehuyo de la luna y de los faros porque se parecen demasiado a tu embrujo. Pues, no fuera un pequeña mariposa a enamorarse de nuevo del sueño de una estrella y a tener que volver a morir o a llorar...


Y así, la vida me dejó capturada, y cada noche me sueño con cuatro alfileres que crucifican la libertad que sólo sentía a tu lado. Y expuesta, otros ojos me miran, me observan, me analizan, ninguno en tus colores. Y biopsian todo mi cuerpo y apresan mi alma bajo nombres largos y extraños que no son míos. Y apenas puedo moverme porque las agujas rasgan la fragilidad de mis alas, y duelen demasiado. Y en la sátira de la vida y de las ilusiones, un cristal lleno de brillos fugaces pero opacos dibujan desde dentro mi horizonte cada vez que me despierto. Pero a ellos apenas quiero pedirles nada.

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